martes, 13 de septiembre de 2016

Rosa Renegrida

Parte de esta condición mortal, era el sucumbir ante ciertos impulsos, pero, estaba cansado de suponer que todo era culpa mía, que era responsable de todo (a pesar de que lo era) Deseaba sin duda, dejarme emanar de ciertas oscuridades con las que vestía, y lucía como trofeo de cicatrices pero, me cansé, de recordar esos momentos sin sabor, de tardes grises mirando el reloj... Algo se había detenido pero, quiero decirles adiós como una determinación, a mi consagración... Que mi sangre se disperse y junto con ello disipe esta oscuridad reclusa de su propia jaula, ¡estoy cansado de ella! 

Las nieblas abruman y confunden, a este pobre ciervo mal encaminado, pero éste desea y adora el vestigio de su camino. Hubo fe en el mundo pero, desapareció. Mis ojos por tanto, se han llenado de un brillo matinal abrigado por el calor etéreo de una paz espiritual. Anduve buscándole a la armonía y a la paciencia, pero no tuve encuentro y aunque caigo, pareciera que los aserraderos se han marchado al fin, y el trémulo de los tonos negativos hubo cesado en escala rgb. 

He estirado la mano a mi silueta nocturna, para que andemos abrazados al huelo del pulcro príncipe, y nos agarre de las manos en confianza divina, que abrace mis oscuridades y las sane, que me de su luz de esperanza. Ay de mi alma herida, por el vástago y el recorrido forzado de mis manos sucias, hacia los inferiores de mi engendro maltrecho. Agradezco sin embargo, la sabiduría en las gotas negras de mis ojos, que proferían a las nubes, sus llantos ahogados, refiriéndose al corazón contrariado que fulminaba en ácido, sus espinas de dolor, y afloraban en él las rosas que, como un fruto, diseminaban en tono de auxilio, hacia los campos encendidos de luz matinal... 

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