Por qué por tanto, debo aguantarme, este hedor que iracundo dispersa entre mi rostro rojo de fuego incandescente, su enojo contra todo lo que se atreve a hacerme frente. Generación burlada, hay un corto circuito dentro de nosotros, hay ira y despojo... ¡Ya no quiero paz y quiero caminar con botas ensangrentadas pisando lodo fresco, y patear el rostro de mis enemigos! Porque no hay nada que encienda mi corazón, como el hecho de ser humillado sin razón. Siempre estoy abogando al entendimiento pero, jódanse... me reprimo, soy defectuoso, falto de virtud y me gusta, me gusta ser quién soy. No es rebeldía; no es fácil, no es fácil.
Bajo mi cabeza, la abrazo entre mis piernas... ¡¿qué carajo tengo que, produce esta onda de disonancia?! Creo ser paciente pero gano huesos putrefactos en la hora de la comida y gano risas, y heridas, y en respuesta mi boca se llena de astucia mundana, y comienza a exclamar la ruina del humano engendrado en los focos de la noche, tal como si polilla, se apegara al único rastro de luz y que inevitablemente continúa a su rutina diaria... A las llamas de su decadencia.
El tiempo transcurre en llanto e indignación, comparten este amargo plato de susurros, recíprocamente desatan sus fluidos y me los exponen en 15 minutos, donde viajo por la amagada noche sin luz ni destello, entre sollozo y roer de dientes, entre apretón de manos y entre las llagas de los ojos... ¡Ha llegado a mí de nuevo, esta hórrida experiencia simultánea, en que mi vida se arruinaba antes los expectantes ojos de mis enemigos, yacía mi cuerpo en llamas profundas, que hollaban mi esperanza y soltaban los yugos de mi cautiverio! Ya no existe para mí tal esperanza. ha vuelto por mí, me ha encontrado de nuevo.